Un nuevo amanecer y un viaje en puerta. Cuántas cosas a uno se le pasan por la cabeza cuando tiene un viaje por delante.
Una sensación inversamente proporcional a la depresión post viaje de la vuelta. El momento de armar las mochilas y repasar el itinerario es un momento único. Es el elixir del viajero, el viernes de los fines de semana. Es cuando dejas de sincronizar el mail del trabajo y finalmente escapas de la rutina. Es cuando sabes que todo arranca.
Todo este torbellino de sensaciones se combina con la adrenalina generada por la incertidumbre de lo inesperado. Momento en el que tu cabeza comienza a funcionar a 500km/h y donde explotan en tu mente una seguididalla de flashes que no dejan de recordarte una y otra vez todo aquello que pueda llegar a salir mal.
En nuestro caso particular, a la ansiedad nuestra, se suma la de los niños. B con su mochila nueva que no se la saca ni para ir al baño y C con su cartera rosa desparramando glamour con sus brillos.
El resumen... ya estamos listos para emprender la aventura.
Arrancamos temprano, el despertador sonó a las 2:30hs de un sábado por la mañana.
🥱
A pesar del madrugón y tormenta de santa rosa de por medio, los chicos se levantaron con todas la pilas.
Esta vez, tenemos por delante un viaje que en 3 semanas incluye 8 países y 10 aviones. L, ya me dijo que no pensaba ponerse a escribir y que iba aprovechar cualquier hueco que tuviera para descansar.
Un boing 737 de Flybondi nos dejaría tempranito en la ciudad de Río.
Para las 9:30 ya habíamos hecho pie en el hotel que claramente nos recibia con una invitacion a volver más tarde. El checkin estaba habilitado a partir de las 15.
Sin mucha alternativa, decidimos dejar las mochilas e ir por el mejor alimento que se puede encontrar en este país..el pao de queijo. Una especie de chipa, pero mas esponjoso y suave en su interior. Un sabor de queso intenso.
El único lamento fue no haber comprado mas de ese delicioso majar. Y si... si hablamos de pao de queijo, siempre es poco. Más cuanto viajas con 2 trogloditas sin fondo y alguien que te dice "es suficiente". No me dejan ser...
Provisionados fuimos para la playa de Flamengo.
Con vista al pan de azúcar y sin ningún flamengo en la costa, nos encontramos con una playa llena de camalotes y basura.
La corriente nos jugó una mala pasada y la arena fina blanca se vio opacada por restos de residuos flotando sobre la superficie y unos camalotes en forma de pulpo que tiñeron el agua de marron.
Eso si, nada impidió a C y B intentar jugar en la arema. Hacer pozos con la tierna ilusion de querer llegar a la China. Esos cuentos de Malena y Fernan generan ideas alocadas en nuestro niños.