Un nuevo éxito nocturno.
Claramente las largas caminatas dejan fusilados a los nenes. Durmieron todos de corrido hasta las 8:30. Cuando regresemos a BsAs, creo que les voy a comprar una ruedita de ratón a estos 2. Vamos a ver si tiene el mismo efecto.
10:20 ya estábamos desayunados y saliendo a recorrer la parte norte de la ciudad.
Como nuestro hospedaje está ubicado al sur de la ciudad, decidimos agarrar el auto y arriesgarnos a estacionar en algún lugar público.
Peero... después de dar vueltas y vueltas por 1 hora reloj y con algunos humores un poco caldeados decidimos dejar las cercanías del casco histórico, cruzar el puente e ir a caminar por el parque del Alamillo.
Con la incertidumbre de haber dejado el auto mal estacionado, pero con la seguridad de un español que nos dijo "yo lo dejo aquí, hasta ahora nunca ha pasado nada" dejamos el auto y nos pusimos a andar.
Teníamos apuntado que en este parque había unos juegos espectaculares. Hasta un gran barco de madera habíamos visto en las fotos. En resumen, la propuesta era verde, sol, medio día, juegos para los niños. Los juegos no aparecían en el Google Maps, así que decidimos echar riendas y recorrer este inmenso parque hasta encontrarlos (foto 1).
Terminó siendo algo así como una búsqueda del tesoro. Vimos dos lagos, caminos, 3 resortes que simulaban un espacio de juegos (foto 2), una mini estación de tren.. hasta un monumento al Quijote. Todo menos los malditos juegos. (foto 3)
Cansados y un poco agobiados por el rayo del sol, paramos bajo los árboles a comer unos sanguchitos. Almuerzo acompañado con gritos constantes de B pidiendo por los juegos y su barco.
De golpe, la peor noticia. Un paseador de perros nos dice que esos juegos estaban buenísimos, pero habían sido retirados en el 2018... Y ahí terminó la búsqueda del tesoro.
Comidos, nuevamente intentamos suerte con el auto. Dimos un par de vueltas hasta que finalmente encontramos un diminuto lugar donde estacionar.
Alabado sea el tamaño del pitufo que puedo entrar con calzador en ese hueco. (foto 4 - "el pitufo").
Recorrimos el barrio San Julián y nos perdimos por las diminutas callejuelas. (foto 5)
Caminando llegamos hasta las "Setas de Sevilla" (foto 6 y 7). Es un mirador, con una estructura en forma de hongos, de madera y hormigón, ubicada en la céntrica plaza de La Encarnación.
Si bien no subimos, nosotros ya estábamos en el cielo. Porque en la base de las setas, finalmente encontramos una plaza de juegos donde pudimos soltar a los niños y relajar un rato.
La calma duró unos minutos. De golpe B se volvió loco. Se bajó los pantalones, sacó el pito para afuera y empezó a correr en círculos gritando "pis, pis". Levantar la cabeza y no ver un baño, un árbol, ó un rincón, causó desesperación. La obra de arte de la seta por momentos corrió peligro.
Por suerte acarreábamos una botella de agua que utilizamos para enseñarle a B a usar "su nuevo baño ecológico temporal". Solo espero que el tío (que estaba dormitando en un rincón) no confunda este líquido con el jugo de manzana que habíamos acabado de comprar en el super.
Nuestro próximo objetivo era ir a comer unos churros. En el camino, a pasitos había un local que vendía waffles. El nombre del local? "La verguería" (foto 8). Si, así como lo leen. Claramente no dejaron lugar a la imaginación. Si vieran la cantidad de gente que tenía este local! Pero qué tienen estos tipos con los waffles fálicos?
Superado el asombro, caminamos hasta el "Bar el comercio". Mesas de forja, mármol y azulejos. Un clásico café de 1904 donde nuestro amigo Rubén nos sirvió una doble ración de churros con chocolates y un vermú. Clarita, por dormir, la siesta se perdió de los churros. (foto 9)
La última parada fue en la plaza San Francisco (foto 10). Una de las plazas más lindas que visitamos. El color y la arquitectura de sus edificios pintan una foto ideal en cada ángulo de la plaza.