Hoy se termina la aventura. Al menos ésta.
Despertamos en nuestro hotel de Toronto para darle una última vuelta a la ciudad.
Nuestro avión de 15 horas de vuelo salió a las 22 del aeropuerto, por lo que nos dió tiempo para hacer un último recorrido por la ciudad. Ciudad donde se mezclan los edificios tradicionales con los modernos todos de vidrio y de formas extrafalarias. Donde los locos y homeless se cruzan con la señora que sale a pasear el chiwuawua con botitas en las patas y todo es normal. La gente acá tiene naturalizada esa convivencia de la misma manera que los islandeses naturalizan a las auroras boreales. De esa misma manera en la que el tranvía fluye entre los peatones y los autos. Me llamó la atención cómo el vehículo tranvía para en la mitad de la calle, la gente baja y se sube esquivando los autos y nadie termina herido.
Una ciudad cómoda, diversa y arquitectónicamente equilibrada con calles y veredas amplias.
Al medio día nos fuimos para Kensington Market, un barrio bohemio, lleno de murales. En él se puede encontrar todo lo hippie que te puedas imaginar... ropa usada, comida vegana y hasta un auto viejo transformado en una huerta con tomates, especias y obviamente plantas de cannabis.
Toronto nos pareció lo suficientemente yankee como para tener un local de Five Guys y una diversidad cultural similar a la de New York. Bue, una manera poética de decir que había mucho hindie... Con un enfoque más hacia el bienestar social y cooperación comunitario construido por una identidad más colectiva. Un EEUU pero con un sistema público de salud y educación y con menor desigualdad económica.
Con esto nos despedimos!
Hasta la próxima!