27/09/2018

JA2018 - Día 15 - Kioto - 27/9/2018

by L

Ya superado el jet lag y habiendo sufrido la malísima cama y los cabezazos de B durante la noche, nos costó horrores levantarnos.

Sin internet, a la vieja usanza con mapa en mano, empezamos a estudiar cómo llegar a Kyoto y que hacer.

Claramente, sin la ayuda de la tecnología, le pifiamos al tren por lo que el viaje de 25 min terminó durando hora y piquito.

Con todos ya hambrientos, paramos en 7-Eleven por provisiones, y nos dirigimos al castillo Nijo, última residencia del Shogun Zaraza donde luego de 265 años de feudalismo los shogunes decidieron entregar el poder al emperador.

El castillo Honmaru resultó ser un enorme edificio de madera tal como se los ve en las películas con representacion con estatuas de cómo eran las audiencias y la organización del palacio.


De camino al próximo destino, G quien llevaba en la mochila a B, fue sorprendido por un cúmulo de calor húmedo, y B y G quedaron inundados panza con panza por el resto del día porque recién en el tren de la vuelta podrían cambiarse.


Tras recorrer los jardines del palacio, y hacernos del almuerzo, nos dirigimos al callejón Pontocho, una angosta callejuela de unos 600m llenos de restos, que claramente con nuestros horarios vimos cerrados.



Luego, el barrio de Gión, el mejor mantenido de Kioto. Pero nos desilusionó porque no supera lo visto en Takayama. Se trata de tan solo dos callecitas muy lindas en medio de una ciudad caótica.


Más tarde nos dirigimos al santuario Yasaka, pero después de caminar km y km, subir esas escaleras debía valer la pena. Por suerte así fue, ya que este santuario tiene varios templos y particularmente uno donde la gente luego de hacer toda la ceremonia (lavarse las manos, pararse frente al templo, inclinarse dos bmve es y aplaudir dos veces) también tocan unas campanas gigantes.


Antes de retornar, nos perdimos en unas callecitas donde tuvimos la suerte de ver cruzar a una geisha, aunque estuvimos lentos para la foto así que se las debemos.

Sin poder caminar unos metros más, nos tomamos un bus (si, las ratitas se tomaron un bus) para llegar a la estación de Kioto y volver a nuestro hospedaje.



Algunas notas más sobre esta sociedad o cultura:
- como les dije no son tan tan amables cómo nos los vendieron. Hay de todo, como en todos los lugares. Está la gente que se desvive por ayudarte y la que te empuja sin pedirte disculpas.
- la gente muy mayor suele estar empleada como organizadores de tránsito ó para asegurar, por ejemplo, que en una obra los camiones salgan y no se lleven puesto a nadie.
- no hablan nada nada en inglés: hoy tuvimos que comprarle pañales a B que tenía la colita muy irritada. Imposible. Muy difícil pedir algo tan simple como óleo calcáreo, ó algodón, misión abortada. Todo está industrializado, te venden algodón de distintas formas (en paños, tiras, redondos, cuadrados, pero no... Simple Algodón). El óleo calcáreo te lo debo.
- la manera en que limpian sigue siendo un misterio par mi. En el super es imposible dilucidar qué es lo que usan como herramientas para limpiar. Escoba no existe.... Vi que tenían esos trapitos descartables que encontramos en el primer hospedaje, pero si es así, que manera de contaminar!!!!
- los trenes son maravillosos, limpios, ordenados, los conductores y guardas parecen pilotos aéreos. Usan guantes y tienen un protocolo que te quedas con la boca abierta. Cuando entran a un vagón, saludan al vagón. Lo mismo hace mas personas que limpian. Todos se ven orgullosos de sus trabajos.
- acá, al igual que vimos en Indonesia, hay vagones exclusivos para mujeres. Será que al ser tantos alguna habrá quedado embarazada por viajar en tren????
- tienen una fascinación con B, cuando pueden le sacan fotos, y él, que hace la suya y quiere ya emanciparse, se las deja fácil (ver foto 2).












26/09/2018

JA2018 - Día 14 - Osaka - 26/9/2018

by G

Siendo las 8 de la mañana estábamos arriba del tren que nos llevaría al próximo destino. La ciudad de Osaka . (foto 1)

Tras combinar tren en Nogoya, fuimos dejando atrás el paisaje montañoso y verde con aguas claras... También quedó atrás nuestro el celeste cielo con el que nos habíamos despertado en Takayama.
Osaka nos recibiría con un cielo cubierto, edificios, mucha gente y lluvia a partir de la tarde.

Con todo este contexto lluvioso, no pude comprobar mi teoría sobre el resplandor. Mi teoría evolutiva se basa en la hipótesis de que acá el brillo del sol es muy intenso. Tan intenso que los habitantes de estas tierras tuvieron que vivir acostumbrados a tener los ojos entrecerrados.

4 horas despues, nos bajamos del tren en Shin-Osaka y fuimos directo a dejar nuestras mochilas a lo de Kei.

Lo primero que nos sorprendió al bajar de la estación fue la cantidad enorme de bicicletas estacionadas. Pronto veríamos que acá la bicicleta es un medio de transporte bastante usado. Lejos de la locura de Amsterdam, pero más de lo que vimos en otras ciudades.

El dto de Kei ubicado en un lugar estratégico, cerca de la estación Shin-Osaka, nos recibió con unas camas cuyos resortes se te incrustan entre los huesos, sin internet y con un host que no contesta los reclamos.

Dejamos las mochilas y con la lluvia a nuestras espaldas y el día ya medio perdido solo atinamos a recorrer un par de puntos linderos a la estación de Osaka, por lo que agarramos paraguas, camperas para la lluvia y arrancamos. (fotos 2 y 3)


El primer destino fue el Umeda sky building. Un rascacielos a donde se puede subir y tener unos de los mejores miradores de la ciudad. No solo eso, sino que tenés que llegar a ese punto panorámico por unas escaleras metidas adentro de unos tubos de cristal. Toda una experiencia que si la viven nos la pueden contar, porque nosotros llegamos a la base y no pudimos subir. El ascenso estaba cerrado desde el último tifón. (foto 4)


Abajo, pudimos caminar por el callejón Takimi Koji con decoración de la era Taisho (de comienzos del siglo XX). Lastima que no pudimos ver casi ningún local abierto (todo abría después de las 19). Hoy no pegamos una... (foto 5 y 6)


Con las opciones limitadas y buscando revancha del intento fallido de Santa Monica, fuimos al Hep five, una vuelta al mundo cerca de la estación de Osaka.
El clima no era el mejor, pero acá si pudimos subir y por solo 700¥ por persona tuvimos un espectacular aunque nublada vista de la ciudad. (fotos 7, 8 y 9)


A la vuelta, sin ganas de cocinar y con los chicos molestos de hambre, bajoneamos en un MC y luego al sobre. (foto 10)


25/09/2018

JA2018 - Día 13 - Takayama - 25/9/2018

by L

Amanecimos en nuestra preciosa morada transitoria con un día lluvioso, gris y fresco. Tras ubicar los puntos de interés en un mapa y confirmar que todo estaba muy cerca, decidimos dejar el parque shiroyama para la tarde, tentando a la suerte de que amainara el agua.

Arrancamos recorriendo el casco histórico sanmachi, unas tres callejuelas que aún con lluvia enamoran a cualquiera. Nuestro espíritu consumista ya empezaba a hacer efecto en nosotros, y d fue la la arrancó pecando, olvidando el cambio sumamente inconveniente de nuestra moneda local.

Luego, tras cruzar el puente rojo, llegamos a uno de los mercados matutinos callejeros jinyamae en el que nos proveyimos de frutas varias gratarola gracias al ofrecimiento de los puestero con la esperanza que comprarnos algo. Claro que no era nuestro plan con los precios inaccesibles de las frutas frescas de este país.






Luego, ya sobre el mediodía, alcanzamos a visitar algunos pocos puestos que quedaban del último y más grande mercado (miyagawa) donde pudimos probar una especialidad local, los tokayaki, unos bolas fritas de papa, queso, cebolla de verdeo y pulpo. Geniales!!!!

Con la mayor parte recorrida, volvimos a la casa para almorzar y probar suerte con la siesta de b para que hiciera nuestra tarde más tolerable. sin éxito, arrancamos hacia el parque.



Con un descanso de la lluvia y pocas expectativas, comenzamos la subida. Si, importante subida que prometía muchas escaleras. Con un cartel que agradecía tener cuidado con los bears/osos (si, osos), engañando a f que en lugar de bears (osos) el cartel indicaba tener cuidado con los bears (calvos), engañando a d que el recorrido era sencillo y corto, con b en un ataque de los suyos, emprendimos la cuesta. Con f no muy convencido de las razones varias que le dábamos para cuidarnos de los calvos o cuidar a los calvos, fuimos llegando a distintas paradas en medio de lo que resultó de un bosque fantástico, super japanes-free, aire puro que nos llevó a las ruinas del castillo de Takayama, el cual realmente eran ruinas que no valían la pena pero el paisaje compenso todo. De lo mejor del viaje.





Ya habiendo pegado la vuelta, y aclarando el pequeño engaño de palabras, f, entre medio del miedo ahora y su interés por mostrarle a d un honguito especial "que había visto en el camino", hizo que madre e hijo se adentraran nuevamente en el bosque, solos, y con la promesa de una visita de calvos, a lo que según el relato de d, b le decía "porque vamos solos si nosotros no somos valientes". Pero para tranquilidad de abuelos y tías, ambos volvieron sanos y salvos habiendo superado sus limitaciones y sin cruzarse a calvos!


Camino a la estación del JR para adquirir nuestros boletos para mañana, caímos en la trampa consumista y nos hicimos de unos cuencos de madera de japanes Ash, que no quiero pasar a pesos, volvimos a confirmar lo casi ridículo de este país. En la esquina más transitada de Takayama, con semáforo y un tráfico de 5 autos cada 30 min, en las esquinas cruzadas del cruce de calles, dos empleados organizando el tránsito...??!!!##


24/09/2018

JA2018 - Día 12 - Shirakawa-go y Takayama - 24/9/2018

by G

Despertamos en el silencio de nuestra pequeña hostelería de Kanazawa donde sólo escuchar el crujir de la estructura de madera... Al menos ese era el espíritu del lugar hasta que llegó B.
Nosotros y todos los otros habitantes de esta morada, que no tuvieron otro remedio, nos levantamos a las 7.
Después de un veloz desayuno improvisado por café y un cúmulo de galletitas, a las 8:30 ya estábamos camino a nuestro próximo destino... Takayama con un stop en la aldea de Shirakawa-go (foto 1 y 2)

Hay algunas cosas que por el momento no cubren nuestras expectativas. Todo el mundo nos dijo que Japón nos iba a "romper la cabeza".
Tal vez vinimos con la vara muy alta, pero L y quién les escribe aún no estamos tan deslumbrados como pensamos que íbamos a estar.

Es entendible que siendo casi 130 millones en esta islita íbamos a encontrarnos japoneses hasta abajo de la sopa. Pero la idea de llegar a un aldeita lejana era de alejarnos un poco del turista, salir de la urbe y codearnos un poco con la naturaleza.








No fue el caso de Shirakawa-go, dónde también está lleno de visitantes japoneses. Sacando eso, el entorno es realmente hermoso. Una zona de montañas, verde, naturaleza y un pequeño cúmulo de casa gassho-zukuri de tejado triangular hecho de paja y muy inclinado para soportar el peso de la abundante nieve que cae en esta zona en invierno. (fotos 3, 4, 5 y 6)


Desde el mirador de Shiroyama podés tener una vista panorámica de la aldea digna de fondo de pantalla. Si juntas un poco de valor, no te pierdas la oportunidad de tomar la bajada por el sendero agreste. Ahí vas a tener al menos 20 minutos de lo que antes les mencioné. Lo mismo en la base del puente colgante. Sentado en las rocas por momentos podés escaparte de esa multitud. (foto 7, 8, 9 y 10)





Con un poquito de esfuerzo, achinen los ojos, desenfoquen, no vean a toda la gente y la foto es buena.


Si andan por esta aldea y ven a japones haciendo cola para comprar una especie de paleta "acaramelada", por más que se vea tentadora, NO la coman. Ya se, parece el alimento popular en el pueblo. Repito, NO. No son más que arroz (más arroz), aplastado, bañado de soja y semillas de sésamo, quemado. Eso que se ve no es caramelo. Cuidado. No se dejen tentar. Y si lo hacen, yo les avisé. (foto 11)

De todas maneras, Japon no deja de sorprenderte. Cuando pensas haber visto todo es cuando te encontras caminando al lado tuyo a un flaco, disfrazado de Sailor Moon, con una peluca violeta, pollera con bombacha y llevando en la mano una muñeca (foto 12). Lo raro es que nadie lo mira. Todos miran a B porque tiene ojos redondos!


En fin, luego de diambular unas 3hs (fotos 13 y 14), nos subimos al segundo bus. La ruta, adentrándose cada vez mas en el verde y montañoso paisaje se incrustaba por momentos en kilométricos túneles que atravesaban el corazón de la montaña.



Luego de 1 hora y pico, llegamos a Takayama.

Eso si, la llegada a Takayama fue un tanto complicada. Ya al bajar en la estación, L alegó sentirse mal, así que cargue nuestras 3 mochilas y emprendimos camino a nuestro destino donde ir a descansar. El camino no largo, pero eterno para L, hizo que se le fuera transformando la cara de a poco. Toda su resistencia nos permitió llegar hasta la puerta del hospedaje donde paso lo inevitable. L volcó por primera vez después de tantas aventuras. Tal vez fue la falta de agua, tal vez que no comimos del todo bien en las ultimas 24hs, la caminata o los nervios de estar acarreando a un incontrolable monstruo que parece haberse tomado 10 latas de speed.
Padres y tías, tranquilas. L ya descanso, se recuperó, ceno y se fue a dormir.

Nuestra nueva guarida por 2 noches nos sorprendería para bien. Hasta ahora el mejor lugar donde paramos. Una casa de estilo ryokan (casa tradicional japonesa), con pisos de tatami, con un sistema de puertas y paredes corredizas. Una belleza! Para colmo super equipada. Y como no podía ser de otra manera, el baño con el chorrito incluido.

Alguna nota respecto a la comida. Me siento como la primera vez que fui a Madrid. Al volver todo el mundo me dijo lo mismo. "Cómo es que no fuiste a ningún museo del jamón?. Si están en todos lados". Bueno, acá hay en todos lados Kaitenzushi (que serían una especie de barras dónde va pasando la comida y uno puede ir eligiendo qué comer). Nosotros aún no pudimos identificar ni uno. Seguramente porque parte de nuestro tiempo nos la pasamos mirando a B que no haga ninguna travesura.
Por ahora estamos en la opción más económica, comprar comida hecha en un 7-Eleven o un FamilyMart, o hacernos de víveres en algún super local y cocinar.















23/09/2018

JA2018 - Día 11 - Kanazawa - Camino a los Alpes Japoneses - 23/9/2018

by L

Con mucha nostalgia por esta ciudad extraña, nos despedimos en la estación de Tokio con dirección a los Alpes japoneses.

Nuestro shinkansen ( o tren bala) hokuriku tardaría unas dos horas al próximo destino del viaje: la ciudad de Kanazawa.


La verdad es que durante todos estos días no supimos cómo limpiar o repasar el depto, era una gran incógnita qué artefactos usaban los japoneses para limpiar porque no encontramos señales de ellos en el depto. Pero anoche, haciendo orden para partir, encontramos todo lo que necesitaríamos. Acá no barren, al menos dentro de las casas, sino que pasan la aspiradora. El amplio uso del artefacto se lee en todos los anuncios de YouTube previo a Masha y el oso (dibu favorito de b) de distintos modelos, tamaños y marcas de aspiradoras. Y luego usan unos trapos descartables que se pasan con una especie de palo con una esponja en el extremo.

El día ya apuntaba con un sol radiante y mucho calor. Humedad. Ideal para nuestra caminata matutina a la línea yamanote. :(

Empapados de sudor, con nuestros bártulos al estilo gitano subimos al tren bala. Una topetitud tal que sentimos que la gente nos miraba con alguna reserva... O por vernos como unos zaparrastrosos o por tenernos compasión, difícil de saber ya que son tan educados que siempre te miran con una sonrisa que parece verdadera.

El shinkansen fabuloso, amplio, super cómodo. En solo dos horas arribamos a una estación super moderna y divina, con una puerta y cúpula increíbles. Bastantes perdidos, ya que cuanto más uno se adentra en el país menos inglés se habla, creímos entender que debíamos hacer. Aquí comenzó una serie de eventos de los cuales nunca entendimos bien qué pasó. Nos hizo recordar a nuestro viaje de Hurgada a Luxor en Egipto cuando quisimos tomar un bus local.

Boyando de parada en parada de bondi, G viene corriendo a decirme que D lo había encontrado. Me acerco y la veo muy segura de subir a un bondi donde el colectivero se desvive por ayudarnos... Desarma medio colectivo para que el cochecito de B cabiera en estos vehículos diminutos japoneses. No muy seguros volvimos a preguntar si nos llevaba a destino a lo que el gentil colectivero asentía con sonrisas por demás. Arranca el trayecto que teóricamente debía durar 12 min y a los 5, todo el bondi (me refiero a los pasajeros tambien) hablando en vos alta... Pero como no te miran a los ojos nos costaba entender si nos hablaban a nosotros. Una señora amable atrás nuestro indicaba en el mapa y nos sonreía. Mientras tanto, G riéndose y al grito de "no sé qué esta pasando" nos decía que faltaba bocha para llegar. Nosotras intentando explicarles con nuestro horrible japonés el nombre correcto de la parada al mismo momento que B se transformaba en un monstruo de 5 cabezas furioso. Este mismo episodio se repitió unas 5 veces hasta que el GPS indico que efectivamente habíamos llegado. Menos mál porque B ya estaba infumable. Todo el bondi sonriendo, diciendo adiós y el colectivero, nuevamente desarmando el colectivo pero ahora para que la rampa de discapacitados nos permitiera bajar...

Siendo las 13 h, 3 horas antes del check in, nos presentamos al hostel para dejar nuestro equipaje y salir más livianos a recorrer. El hostel resultó ser una casa tradicional japonesa de 100 años muy bonita pero atestada de gente, japoneses, muy correctos y silenciosos y nosotros, con F diciendo a los gritos "pero si yo hablo bajito!" B para completarla, subiendo las escaleras y gritando "mamá!" para que cualquiera lo baje ( si, porque si bien dice mamá, todos y todo es mamá).

Camino a la puerta de Ishikawa, paramos en un Familymart a comprar provisiones. Cada vez, estamos eligiendo mejor la comida, acostumbrándonos a lo agridulce y al jengibre fresco como acompañamiento, además de las algas nori.

Improvisando un picnic en la mencionada entrada, puerta del castillo de Kanazawa, saciamos nuestro apetito y luego recorrimos los jardines kenroku-en, donde nuevamente, el monstruo pero en este caso de 10 cabezas apareció en todo su esplendor. Tanto, que hizo del paseo en este hermoso espacio una tortura para nosotros y para todos los que visitaban el jardín. Estos jardines pertenecían al castillo y hoy es un lugar donde los japoneses disfrutan sacándose fotos en kimono. Muy lindo pese a nuestra pesadilla.











Retomando la ciudad, fue hora de visitar el barrio de las geishas, Higashi Chaya. Sin mucha suerte, no nos cruzamos con ni siquiera una gesiha. Se nota que estarían muy ocupadas tomando té en las ceremonias del te, de la cual abortamos al ver la cantidad de gente haciendo cola para entrar. Por lo que para matar la desilusión decidimos comenzar a explorar los famosos dulces japoneses. No entendemos cómo son flacos, porque lo que abunda en todos los lugares son cafés de crepes, casas de dulces, heladerías... Está vez caímos con un kinstuba, lo resultó ser un dulce sólido de arvejas verdes... O sea, si quieres saber cómo sería, abran una lata de arvejas y mezclenlo con una gelatina dulce... Así de feo!!!! Y nos queda uno de arvejas rojas, que comeremos cuando tengamos muuuuuucha hambre.

Fusilados de cansancio, volvimos al hostel. Acá recién lo vimos. La cara de D cuando nuestra anfitriona mostró la habitación... Dos camas literas de madera con cortinita, que luego entenderíamos por qué, en una habitación típica japonesa con las paredes y puertas de papel que corrían peligro con B que estaba fascinado por su libertad luego de haber estado todo el día aprisionado en su cochecito. No solo dormiríamos en estás camas extrañas sino que en nuestra misma habitación, separadas por una puerta de papel corrediza, dormiría el staff. De aquí la razón de las cortinas para ganar algo de privacidad.

Con D queriendo ir, B subiendo las escaleras y gritando mamá! para que lo bajen y F luchando para no cenar, decidimos ponerle fin a nuestro día en Kanazawa. Eso lamentablemente implicaría irnos a dormir sin cenar.