domingo, 23 de septiembre de 2018

JA2018 - Día 11 - Kanazawa - Camino a los Alpes Japoneses - 23/9/2018

by L

Con mucha nostalgia por esta ciudad extraña, nos despedimos en la estación de Tokio con dirección a los Alpes japoneses.

Nuestro shinkansen ( o tren bala) hokuriku tardaría unas dos horas al próximo destino del viaje: la ciudad de Kanazawa.


La verdad es que durante todos estos días no supimos cómo limpiar o repasar el depto, era una gran incógnita qué artefactos usaban los japoneses para limpiar porque no encontramos señales de ellos en el depto. Pero anoche, haciendo orden para partir, encontramos todo lo que necesitaríamos. Acá no barren, al menos dentro de las casas, sino que pasan la aspiradora. El amplio uso del artefacto se lee en todos los anuncios de YouTube previo a Masha y el oso (dibu favorito de b) de distintos modelos, tamaños y marcas de aspiradoras. Y luego usan unos trapos descartables que se pasan con una especie de palo con una esponja en el extremo.

El día ya apuntaba con un sol radiante y mucho calor. Humedad. Ideal para nuestra caminata matutina a la línea yamanote. :(

Empapados de sudor, con nuestros bártulos al estilo gitano subimos al tren bala. Una topetitud tal que sentimos que la gente nos miraba con alguna reserva... O por vernos como unos zaparrastrosos o por tenernos compasión, difícil de saber ya que son tan educados que siempre te miran con una sonrisa que parece verdadera.

El shinkansen fabuloso, amplio, super cómodo. En solo dos horas arribamos a una estación super moderna y divina, con una puerta y cúpula increíbles. Bastantes perdidos, ya que cuanto más uno se adentra en el país menos inglés se habla, creímos entender que debíamos hacer. Aquí comenzó una serie de eventos de los cuales nunca entendimos bien qué pasó. Nos hizo recordar a nuestro viaje de Hurgada a Luxor en Egipto cuando quisimos tomar un bus local.

Boyando de parada en parada de bondi, G viene corriendo a decirme que D lo había encontrado. Me acerco y la veo muy segura de subir a un bondi donde el colectivero se desvive por ayudarnos... Desarma medio colectivo para que el cochecito de B cabiera en estos vehículos diminutos japoneses. No muy seguros volvimos a preguntar si nos llevaba a destino a lo que el gentil colectivero asentía con sonrisas por demás. Arranca el trayecto que teóricamente debía durar 12 min y a los 5, todo el bondi (me refiero a los pasajeros tambien) hablando en vos alta... Pero como no te miran a los ojos nos costaba entender si nos hablaban a nosotros. Una señora amable atrás nuestro indicaba en el mapa y nos sonreía. Mientras tanto, G riéndose y al grito de "no sé qué esta pasando" nos decía que faltaba bocha para llegar. Nosotras intentando explicarles con nuestro horrible japonés el nombre correcto de la parada al mismo momento que B se transformaba en un monstruo de 5 cabezas furioso. Este mismo episodio se repitió unas 5 veces hasta que el GPS indico que efectivamente habíamos llegado. Menos mál porque B ya estaba infumable. Todo el bondi sonriendo, diciendo adiós y el colectivero, nuevamente desarmando el colectivo pero ahora para que la rampa de discapacitados nos permitiera bajar...

Siendo las 13 h, 3 horas antes del check in, nos presentamos al hostel para dejar nuestro equipaje y salir más livianos a recorrer. El hostel resultó ser una casa tradicional japonesa de 100 años muy bonita pero atestada de gente, japoneses, muy correctos y silenciosos y nosotros, con F diciendo a los gritos "pero si yo hablo bajito!" B para completarla, subiendo las escaleras y gritando "mamá!" para que cualquiera lo baje ( si, porque si bien dice mamá, todos y todo es mamá).

Camino a la puerta de Ishikawa, paramos en un Familymart a comprar provisiones. Cada vez, estamos eligiendo mejor la comida, acostumbrándonos a lo agridulce y al jengibre fresco como acompañamiento, además de las algas nori.

Improvisando un picnic en la mencionada entrada, puerta del castillo de Kanazawa, saciamos nuestro apetito y luego recorrimos los jardines kenroku-en, donde nuevamente, el monstruo pero en este caso de 10 cabezas apareció en todo su esplendor. Tanto, que hizo del paseo en este hermoso espacio una tortura para nosotros y para todos los que visitaban el jardín. Estos jardines pertenecían al castillo y hoy es un lugar donde los japoneses disfrutan sacándose fotos en kimono. Muy lindo pese a nuestra pesadilla.











Retomando la ciudad, fue hora de visitar el barrio de las geishas, Higashi Chaya. Sin mucha suerte, no nos cruzamos con ni siquiera una gesiha. Se nota que estarían muy ocupadas tomando té en las ceremonias del te, de la cual abortamos al ver la cantidad de gente haciendo cola para entrar. Por lo que para matar la desilusión decidimos comenzar a explorar los famosos dulces japoneses. No entendemos cómo son flacos, porque lo que abunda en todos los lugares son cafés de crepes, casas de dulces, heladerías... Está vez caímos con un kinstuba, lo resultó ser un dulce sólido de arvejas verdes... O sea, si quieres saber cómo sería, abran una lata de arvejas y mezclenlo con una gelatina dulce... Así de feo!!!! Y nos queda uno de arvejas rojas, que comeremos cuando tengamos muuuuuucha hambre.

Fusilados de cansancio, volvimos al hostel. Acá recién lo vimos. La cara de D cuando nuestra anfitriona mostró la habitación... Dos camas literas de madera con cortinita, que luego entenderíamos por qué, en una habitación típica japonesa con las paredes y puertas de papel que corrían peligro con B que estaba fascinado por su libertad luego de haber estado todo el día aprisionado en su cochecito. No solo dormiríamos en estás camas extrañas sino que en nuestra misma habitación, separadas por una puerta de papel corrediza, dormiría el staff. De aquí la razón de las cortinas para ganar algo de privacidad.

Con D queriendo ir, B subiendo las escaleras y gritando mamá! para que lo bajen y F luchando para no cenar, decidimos ponerle fin a nuestro día en Kanazawa. Eso lamentablemente implicaría irnos a dormir sin cenar.













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