Lo mejor de la mañana, el desayuno del hotel. Mermeladas caseras con dejos de torrontés y otra de malbec, palmeritas recién salidas del horno y un café que no es de saquito!!!
Lo peor de la mañana, la rueda. Cuando en la gomería la sacaron para emparcharla nos encontramos con que además, ya estaba deformada. Los alambres habían cedido y estaban curiosos de conocer el exterior de la cubierta. Algo que claramente es preexistente a nuestra gestión.
Intentamos ir a pelearnos con Hertz (tendrá algo que ver con Herzegovina?) , pero siendo domingo estaba "el taller de Tito" cerrado.
La gomería de barrio nos ofreció una cubierta usada, que luego de inflarla nos encontramos con que tenía más pérdidas que un daltónico jugando al uno.
La solución claramente era sumarle a la cubierta "nueva" una cámara. Lo que nunca pude imaginarme ni comprender es cómo en una gomería no pudieran contar con una cámara...
"Volvé en un rato y veo que puedo hacer" nos dijo nuestro nuevo amigo Roberto.
Aprovechamos el rato para ver puestos de artesanías en la plaza.
A la hora, llegar a la gomería y ver la cara de orgullo con Roberto me recibió me reconfortó. Al acercarme me indico que "había conseguido una cámara usadita, pero con un solo parche". Nada mal... Veremos cuánto dura.
Para quitar el estrés fuimos a comer unas empanadas, un tamal y una picada a la finca Las Nubes. En este caso, acompañado de un rosado cosecha 2021.
Seguido al almuerzo aprovechamos para hacer la visita guiada que incluía una degustación de las distintas cepas que se producían en este viñedo.
Aprendimos que el reserva hay que aguantarlo unos 6 años después de la fecha de la etiqueta para que esté en su punto justo.
Compramos uno al que le faltan 2 años. No se si va a aguantar tanto...
También aprendimos que el rosado, la única diferencia que tiene con el tinto, es que se mantiene un sólo día con el hollejo que es lo tiñe el vino.
Mientras nosotros relajamos un poco intoxicados por la absorción etílica y de taninos, los niños se perdieron entre el viñedo. Intentamos huir sin ellos, pero el lugar no nos dejó. Nos corrieron gritando algo del artículo 264 del código civil.
Para terminar el día volvimos a la plaza. Le dimos la vuelta, pasando por negocios de artesanos y finalmente entramos a la iglesia... y con eso volvieron otra vez las preguntas incómodas. En este caso B pregunto si el sacerdote te mata cuando te portas mal o si la estatua de Jesús en algún momento se iba a despertar.
Tuvimos ganas de decirle que sí en los dos casos, pero nos contuvimos .
Para bizarrear la noche, nos cruzamos en medio de la plaza con dos burros que después aprendimos que serían de un vecino que los deja salir para que coman.
A la noche tocó pizza y relax en la habitación del hotel.
(Grado de desintegración de las zapas... Medio)
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