8:36 nuestro tren dejó la ciudad de Montreal para iniciar rumbo a Québec. El trayecto duró casi 3 horas. La formación, si bien nunca alcanzó las 88 millas por hora necesarias para activar el condensador de flujos, llegó a transportarnos a una velocidad de 139km/h. Por la ventana, el verde se mezclaba con casitas de madera y algún que otro ciervo. El paisaje iba mixeando campos, praderas y por momentos se transformaba en bosques de arces de multiples colores. Desde el original verde fuerte a los que ya se iban mostrando sus primeras transiciones hacia los colores naranja, dorado y el clasico rojo que iconiza la bandera canadiense.
Bastó con poner un pie sobre Quebec para que el humor de los niños nos hiciera dar cuenta que tenían hambre. Se declararon en huelga, se tiraron al piso y dijeron que no iban a caminar más.
Sin mucha hambre, pero con intenciones de disuadir la situación, y por qué no tomar una cerveza, decidimos parar en Poutinville. En esta oportunidad probamos un poutin que tenía hongos y carne ahumada. Llámenme básico, pero cada vez que nos ofrecen uno de esos platos, no puedo evitar que resuene en mí cabeza el audio del Diego rechazando la oferta de conocer al presidente ruso donde le decia "¿Qué haces Putin?"
Con la panza llena, dejamos las mochilas en nuestro hospedaje y les inyectamos una dosis de gomitas superacidas llenas de azúcar a los niños. Para cuando sospechamos que se nos habia ido la mano, ya los pibes estaban corriendo en todas direcciones cual speedy Gonzales después de un baño en 1000 litros de falopa. Unas gomitas mágicas que tendremos que administrar con mejor cuidado en el futuro.
Y la inyección de adrenalina vino en el mejor momento, porque la primera parada fue el observatorio (l´ Observatoire). Que como cualquier observatorio que se quiera jactar de ser el mejor, tiene que estar en la parte alta de la ciudad. Y este era claramente el caso. Y como todo sabemos, hay una sola manera de subir, y es yendo para arriba. Asi que caminamos cuesta arriba por las callejuelas quebequenses hasta dar con el edificio que a nuestra subida a pulmón luego le sumaría unos 31 pisos.
Con la panza llena, dejamos las mochilas en nuestro hospedaje y les inyectamos una dosis de gomitas superacidas llenas de azúcar a los niños. Para cuando sospechamos que se nos habia ido la mano, ya los pibes estaban corriendo en todas direcciones cual speedy Gonzales después de un baño en 1000 litros de falopa. Unas gomitas mágicas que tendremos que administrar con mejor cuidado en el futuro.
Y la inyección de adrenalina vino en el mejor momento, porque la primera parada fue el observatorio (l´ Observatoire). Que como cualquier observatorio que se quiera jactar de ser el mejor, tiene que estar en la parte alta de la ciudad. Y este era claramente el caso. Y como todo sabemos, hay una sola manera de subir, y es yendo para arriba. Asi que caminamos cuesta arriba por las callejuelas quebequenses hasta dar con el edificio que a nuestra subida a pulmón luego le sumaría unos 31 pisos.
El resultado? Una vista 360 de la ciudad donde pudimos obtener los puntos de referencia para salir a visitar.
Hablamos con un torontés viviendo en Québec sobre lo sorprendidos que estamos por la cantidad de homeless locos en la calle. No le parecio justa la comparacion que le hicmos con Los Angeles, donde se ve algo similar. Según él, la diferencia principal radica en que aca no habia peligro. Eso si, la experiencia nos demostro que no deberías sorprenderte si ves uno caminando en bolas o si ves otro en la mitad de la calle ajusticiándose... Un espectáculo no muy agradable para los niños.
Pasamos por el costado del Museo de las Llanuras de Abraham (Plains du Abraham) y nos pareció que tal vez mañana sería interesante conocer el parque que se alberga en la parte de atras para descansar bajo el sol. Porque si! Estamos en Quebec con 20 grados! Lejos de los 3 metros de nieve que tienen en invierno, la temperatura actual te invita a 2 cosas... Por un lado a caminar la ciudad y admirar lo explotando de flores de todos colores. Por otro, a usar shorts. El único problema de esto último es cuando te das cuenta que ya es el segundo día de calor y vos solo trajiste 1 short porque iba a hacer frío. La situacion se agrava cuando las unicas maquinas lavarropas que te cruzaste admiten monedas que vos no tenes. Veremos qué pasa con eso.
Nuestro recorrido continuó pasando por la puerta del Parlement du Québec y la Fontaine de Tourny. Entramos por la gate de St. Louis a la fortificación de Quebec. Pasar por la puerta es adentrarse a una ciudad europea en América. Sus murallas de pelicula medieval y sus calles adoquinadas te trasladan al instante. Las casitas con techos empinados te hacen sentir un pequeño hobbit.
El final de la caminata desemboca en el gran Château Frontenac, un imponente hotel de fines del siglo XIX. Inspirado en los castillos del Valle del Loira, con incontables cantidad de torres redondas que hacen pensar que fue sacado de una película de Disney.















Que locura lo de los homeless! Unos zarpados. El Chateau ese...está tremendo!!!
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