Sin mucha posibilidad de estirar las piernas en nuestro diminuto hospedaje de Höfn, rajamos temprano. Nuestro primer spot era la península de Stokksnes y el monte Vestrahorn. Un lago y una playa negra de arena volcánica finita junto con unas pequeñas dunas completan el paisaje perfecto.
Ese es el lugar donde se supone que podes sacar fotos como esta...
Nosotros no tuvimos esa suerte. El lago estaba seco, había viento y el reflejo parecía más la chica de la "La Llamada" que otra cosa. Y si faltaba algo, el cielo nubladísimo, por lo que esa foto sólo quedó en nuestra imaginación. Eso sí, la entrada nos la cobraron full price. Unos 1100 ISK por persona!
Embroncados con el clima, nos desquitamos con un chino que estaba por ahí. Y no estuvo mal. Creo que hicimos justicia en nombre de toda la comunidad que alguna vez vivió la experiencia que un chino te arruine la foto. Yo sé que al menos una vez en la vida a cada uno le pasó y se quedó con la bronca. Hoy hicimos justicia. El pibe oriental estaba sobre la península con su trípode apuntando a la montaña. Hacía múltiples tomas que sospecho tenían como objetivo llevarse un recuerdo instagrámico de la montaña. No lo dejamos... al menos no uno en el que estuviera él solo con la montaña. Sólo esperamos que ese aleccionamiento haya servido para que de vuelva a casa con una enseñanaza que pueda compartir con el resto de sus compatriotas.

En el día de hoy alcanzamos la parte más oriental de la isla, por lo que nuestro camino comenzaría a llevarnos para el norte. Un trayecto de 3 horas, agreste donde la humanidad parece no haber hecho pie. Con la civilización muy lejos de nostros y las necesidades básicas aflorando, no nos quedó otra que dejar nuevamente nuestras ofrendas en el camino.
En el trayecto veríamos lagos, montañas, picos nevados, cisnes cantores y cabras.
Y fue en unos de esos picos nevados donde la euforia de los niños nos hizo parar. No para ver el paisaje. No para sacar fotos. Sino para arrancar una guerra de nieve impulsada principalmente por M y elevada a escala de guerra civil por lo niños.
Después de los ostiazos con bolas de nieve, paramos en Gufufoss, una cascada que queda camino al colorido pueblo de Seydisfjordur.




El pueblo compuesto por 648 habitantes se parece a cuando Drac le arma a Mavis todo un pueblo cuando él no quería que se fuera del castillo. Pintoresco por estar a la orilla del fiordo, con casas caracterizadas por los gajes artísticos de sus habitantes y por poseer la primera iglesia gay friendly de Europa.
El fiordo muy lindo, pero a los nenes lo que los volvió más locos fue la plaza de juegos. Aparte de los juegos tradicionales, tenía un enooooorme saltarín y hasta una tirolesa donde casi perdemos a uno de nuestros hijos.
El día terminó en nuestra casita en medio de la nada en Egilsstaðir.
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