Último día completo en Irlanda.
A las 10 nos despedimos de la casa con los ponys en la puerta y nos adentramos a pasear por el pueblito de Westport con algo de lluvia para variar.
Luego la ruta nos llevo hasta Galway. La idea era para a mitad del camino para hacer el parque nacional Conmemara, pero la llevizna se transformó en fuerte lluvia y mucho viento. Imposible parar.
Así que temprano, para eso de las 15, ya estábamos en Galways fair city where the girls are so pretty.
Y la lluvia se ve que nos trajo algo de buena suerta. Para nuestra sorpresa, nuestro hospedaje es en un bar llamado The Sliding Rock. Les juro que no fue intencional!
Todo indicaría que en esta visita a Irlanda la cantidad de bares va a superar a los castillos. Eso no puede ser malo.
Mientras manejaba, L fue investigando qué hacer en Galway con lluvia. Cuando llegamos me dijo que íbamos a ir a ver las murallas de la ciudad.
Lo que nunca vi venir es que parte de las antiguas murallas del siglo XIII hoy son parte de... un shopping.
Claramente de manera premeditada, y estoy empezando a sospechar que con complicidad de los otros dos, me llevaron engatuzado hasta el lugar.
Solo hay una cosa peor que entrar a un local con ropa barata. Entrar a dos locales de ropa barata.
Aunque pensándolo bien, hay algo aún peor. Entrar a 2 locales de ropa barata con 3 personas con niveles de dopamina por las nubes. Todo para comprar ropa probablemente realiza por menores en galpones clandestinos. Es eso ó realizada por chinos a los que se les paga con 100g de arroz la hora. No encuentro sino otra explicación para encontrar una remeras a 1 euro.
Como habíamos planeado la noche la terminamos en el bar. Primero comiendo y luego tomando unas pintas mientras escuchábamos música.
Y ahí fue que nuevamente nos hicimos amigos de medio pub. Estuvimos hablando con John que nos contó que estaba ahí de festejo por la despedida de su hija que se iba a vivir a Boston. Y si que estaba de festejo. Desconozco la cantidad de pintas que tenía encima, pero el vaivén en sus pasos se comenzaban a notar.
Y también estaban los amigos de la chica, los tíos, la mamá, unas compañeras de trabajo y un amigo ocasional que había conocido la noche anterior en otro bar. Para completar la escena, obviamente no podía faltar el borracho típico sosteniendo una columna y mirando al horizonte. No se qué sería de Irlanda si no existieran esta clase de personas. Imaginen la el lugar, donde estaban todos cantando y bebiendo a abrazados, con nosotros en el medio.
Nuestro amigo, cada vez un poco mas pasado de copas, nos contó que vivió en España, por lo que esbozaba un español rígido que se ablandaba con cada sorbo de Guines.
Entre otras cosas nos dijo que yo parecía un actor y que les digamos a todos nuestros conocidos que los irlandeses no son secos como la gente los pinta. Para reafirmar su mensaje me dio un par de abrazos y algunos besos. Y los detalles llegan hasta ahí.
Con poco recorrido de vuelta, subimos las escaleras y nos fuimos a dormir.
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