Casi como en el día de la marmota, volvió a sonar el despertador temprano ó tarde según como lo quieran ver. A las 2:30 estaba sonando la alarma y para las 4:20 pisamos el aeropuerto.
El vuelo que compramos a Ryanair lo operó una tal LAUDA (?) y nos dejaría en Charleroi... Aeropuerto en las afueras (muy afueras) de Bruselas, Bélgica, donde te dejan las aerolíneas low cost.
El boarding arranco a las 5:10 y las puertas se cerraron para las 5:20.
El salón VIP abrió a las 5, por lo que L tuvo apenas 10 minutos para poder entrar y saquear algo para el viaje y salir. Sospechamos que las cámaras de seguridad la captaron, por lo que si alguno pasa por Zagreb y ve un cartel de buscada con su foto en la puerta, ya saben por qué es.
Desde Charleroi hasta el centro de Bruselas llegaríamos en bus. Un bus que pagaríamos 60e (y eso que C paso como de 3 años). Eso sí, el que te los vende tiene peluca y gesticulaciones de Jose Maria Listorti. Si te van a castigar, al menos lo hacen con un bufón para que no te sientas tan ultrajado.
El bus nos dejó en la estación del tren Bruxelles-Midi.
Seguimos el sendero del olor a pis, esquivamos unos homeless y llegamos hasta la Grand-Place. La verdad las condiciones higiénicas y políticos no son el fuerte de esta ciudad.
Eso sí, antes pasamos por el maneken pis. El famosos icono de la ciudad resulta ser una estatua de un niño, de apenas 51cm que mea sobre una fuente. Algo que originalmente arrancó como una joda hoy mueve parte de la economía turística de la ciudad. Se pueden conseguir toda clase de merchandicing de este nene. Y eso que el original de piedra se rompió, el reemplazo de bronce se lo robaron y lo recuperaron del río. En su lugar, se muestra la tercera versión de este nene meador. Para colmo ni siquiera se pone de acuerdo en cual de todas las teoría son reales sobre su origen.
La que nosotros elegimos creer es la que habla de un tributo al gremio no oficial de los nenes que meaban para entregar su orina fuerte en valor para curtir el cuero.
La cosa es que al menos 2 veces por día se encargan oficialmente de ir cambiándole la ropita a la pequeña estatua. Nosotros lo vimos vestido de trabajador público. Incluso tiene un calendario anual que dice que atuendo lucir y cuándo se lo cambia. En épocas festivas puede vestir 3 outfits distintos por día y ropa de 300 años.
Siguiendo el recorrido, fuimos a la Grand-Place, y desde allí al hotel de la ville, declarada en 1985 patrimonio de la humanidad.
Cuenta con un corazón adoquinado y su estrella central es el ayuntamiento. El resto de la plaza está rodeada por edificios icónicos realizado por los distintos gremios construidos para fines del 1600. Entiéndase por gremios en esa época como las casas donde se aprendían oficios. Es por eso que tenemos los edificios de los gremios de de los panadería, arqueros, merceros, etc..
Hicimos un walking tour con una Argentina llamada Isabel.
A esta altura del viaje, todo el piri pipi de la historia se los dejo para que lo busquen en wikipedia o se vean algún vídeo de YouTube. Con lo que me quedé es con 3 cosas que teníamos que probar.
La cerveza (incluida la de Lambic de la era pre lupulo... se tomaba en el siglo 13), las papas fritas doblemente fritadas en grasa animal y por supuesto los chocolates.
En la lucha por las mejores papas, pierden con los franceses. En la mejor cerveza, pierden con los alemanes. En lo que son número 1 es en el chocolate y el mejor lugar para para verlo es en la Royal Gallery of Saint Hubert donde exponen los chocolates de manera boutique. En vidrieras, como si fueran diamantes, podés ver las distintas presentaciones. El único trueque válido en el lugar es chocolate por dinero. Yo intenté cambiar a C por 2 cajas pero no hubo caso.
La cerveza (incluida la de Lambic de la era pre lupulo... se tomaba en el siglo 13), las papas fritas doblemente fritadas en grasa animal y por supuesto los chocolates.
Esa grasa que junto con la sal te pega directo en las arterias generando una explosión de sabor que hacen que no puedas dejar de comerlas.
Cerramos el día en À La Mort Subite, un bodegón de 1928 donde los mozos son un amor. Nos comimos un omelette que se presenta junto a una enorme rebanada de pan con manteca, y un tostado con un huevo fritos encima acompañada con unos pepinos, un cebollas tipo pickles. Para acompañar nos tomamos unas Chimay (una especie de wefebeisrn) y una lambic. Ahora.. menos mal que apareció el lupulo. La birra de Lambic parece una especie de sidra ácida.
En el camino de vuelta pasamos nuevamente por la Grand-Place. De noche las luces resaltan los dorados y le dan a la plaza un brillo que de día no tiene.
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