Por suerte la noche de C fue mejor. Si bien levantó algo de fiebre, a partir de la mañana mejoró. Eso sí, estuvo todo el día quejándose. Nos dimos cuenta que le están saliendo 2 dientes. Eso explica muchas cosas.
Hoy dejamos nuestra morada en Lagos y nos dirigimos a Luz de Tavira, un pequeño pueblo a 10 km de Tavira, en el sur de Portugal.
El día lo pasamos en una parada intermedia. En la Prahia de la Marina.
Se repitieron los acantilados y escaleras, pero al menos esta playa tenía una escalera de piedra, no empinada y bajo la sombra. Si bien era angosta, la playa era larga, por lo que había bastante espacio de costa. Si a eso le sumas a los nenes, la privacidad se genera sola.
Debieran ver cómo la gente se nos pone al lado y ante el primer alarido de C ó ante el primer arenaso de B, se levantan y se alejan. Debemos ser una especie repudiable para el resto de los turistas.
El clima ayudó bastante. Pudimos disfrutamos del sol, de la arena y del fresco mar.
Dejando la playa, el viaje por la autopista paso lentamente a transformarse en diminutas rutas rodeadas de pirca y colmada de naranjos.
El nuevo lugar contaba con una pile, juegos para los niños y estaba pegado a una granja llena de animales, por lo que los niños estaban contentos. Y si los chicos estaban contentos, los más grandes también.
Para todo esto ya eran eso de las 17hs. Habiendo comido apenas unas frutas en la playa, el estómago pedía alimento. La idea era pasar antes por un super, pero no lo hicimos para intentar ganar tiempo. Con pocas provisiones improvisamos una especie de tostadas francesas, y jugamos la carta de la vitina para los chicos.
Luego si, con la panza un poco engañada, fuimos al super y compramos algo de pescado y una lasaña.
Comimos, vimos la primera parte de Volver al Futuro II, y nos fuimos a dormir.
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