by G
Hoy dejaríamos Marbella para salir a recorrer Málaga y terminar en nuestro hospedaje de Cala del Moral (a 25 min de Málaga).
En la nueva ciudad nos esperaría Maru y Darío, que estaban viviendo ahí hace 6 meses.
Estacionamos el pitufo por la casa de ellos y tomamos el bus número 3 que nos llevó al centro.
El bondi, colmado de gente, sirvió para que B se hiciera amigo de su compañera de asiento, varias décadas mayor que él. En el diálogo, le preguntó cómo se llamaba y le dejó bien en claro que él era "Nuno de Argentina", algo que viene repitiendo con cada extraño que se cruza, antes que un Hola o un que tal.
La calle Márques de Larios es la que te da la bienvenida al casco histórico. Por ahí, nuestra guía Maru arrancaría el recorrido. Al caminarla, nos llamó la atención cómo estaban empezando a vestir está calle y prepararla para Navidad. Si vienen para las fiestas, debe ser un espectáculo.
Pisos de mármol al que le sacaron brillo, locales con las primeras marcas. Una mezcla de modernidad e historia. Fachadas de ladrillos, mármol y rejas grises.
Edificios color pastel fuerte y sus balcones diminutos que coinciden en un punto de fuga.
Tanto detalle hace que uno no pueda bajar la vista. Eso sí, si vas mirando los edificios debieras ser más cuidadoso. No sea cosa que le termines inintencionalmente pateandole el frasco de monedas a un mendigo.
No hagas eso, porque vas a vivir un momento de calor que te van a dar ganas de meterte en esa misma alcantarilla donde fueron a parar algunas de sus monedas escurridizas.
Sentirás más calor al ver la cara del pobre hombre, que junto con su expresión de angustia, acompañaría su cara de desazón con un tibio "noooooooo".
Te irás del lugar, tras juntar las monedas y compensar al buen hombre con una moneda más, pero nada te hará sentir bien por los próximos minutos.
Mi consejo. Evita todo esto y cada tanto mira para abajo.
El recorrido continuó por la plaza de la Constitución, el teatro romano y la plaza de la Merced.
En todas ellas, nos encontramos con bandas musicales malagueñas. Cada una con su propio estilo y estandarte, tocando música en simultáneo durante 1 hora para conmemorar el Día de la Hispanidad.
Fueron un total de 19 bandas musicales. A 30 personas por banda, podríamos decir que había más músicos que adolescentes en los bosques de Palermo para el día del estudiante.
Paramos a comer unas tapas en el bar "La tranca". Tortilla, pinchos de langostino , montadito de pata, pimientos rellenos y empanadas de pollo con setas. Por supuesto todo acompañado de unas cañas... La pequeña medida de la famosa caña me hizo extrañar los vasos de litro de Alemania.
Continuamos por el paseo del parque con su gran variedad de especies tropicales y subtropicales hasta desembocar en la base del Castillo de Gibralfaro, una fortaleza árabe del siglo XIV.
Como ya sabrán, los castillos van en la cima de la montaña y este no sería la excepción. Antes de subir, la clave fue darle un helado a B. Con azúcar en sangre fue toda la subida arengando al resto de los jóvenes que a base de jadeos íbamos subiendo.
Tanto detalle hace que uno no pueda bajar la vista. Eso sí, si vas mirando los edificios debieras ser más cuidadoso. No sea cosa que le termines inintencionalmente pateandole el frasco de monedas a un mendigo.
No hagas eso, porque vas a vivir un momento de calor que te van a dar ganas de meterte en esa misma alcantarilla donde fueron a parar algunas de sus monedas escurridizas.
Sentirás más calor al ver la cara del pobre hombre, que junto con su expresión de angustia, acompañaría su cara de desazón con un tibio "noooooooo".
Te irás del lugar, tras juntar las monedas y compensar al buen hombre con una moneda más, pero nada te hará sentir bien por los próximos minutos.
Mi consejo. Evita todo esto y cada tanto mira para abajo.
El recorrido continuó por la plaza de la Constitución, el teatro romano y la plaza de la Merced.
En todas ellas, nos encontramos con bandas musicales malagueñas. Cada una con su propio estilo y estandarte, tocando música en simultáneo durante 1 hora para conmemorar el Día de la Hispanidad.
Fueron un total de 19 bandas musicales. A 30 personas por banda, podríamos decir que había más músicos que adolescentes en los bosques de Palermo para el día del estudiante.
Paramos a comer unas tapas en el bar "La tranca". Tortilla, pinchos de langostino , montadito de pata, pimientos rellenos y empanadas de pollo con setas. Por supuesto todo acompañado de unas cañas... La pequeña medida de la famosa caña me hizo extrañar los vasos de litro de Alemania.
Continuamos por el paseo del parque con su gran variedad de especies tropicales y subtropicales hasta desembocar en la base del Castillo de Gibralfaro, una fortaleza árabe del siglo XIV.
Como ya sabrán, los castillos van en la cima de la montaña y este no sería la excepción. Antes de subir, la clave fue darle un helado a B. Con azúcar en sangre fue toda la subida arengando al resto de los jóvenes que a base de jadeos íbamos subiendo.
la autoestima cayó un poco al ver a una señora de la tercera edad, ya en su trayecto de vuelta, sin una gota de transpiración, bajar impoluta esas escaleras como si estuviera paseando por un shopping. Esa mujer subió, bajó y no se le corrió el peinado. Y ahí estábamos nosotros, empujando a la heredera que iba durmiendo muy plácida en el cochecito, acarreando la mochila, subiendo como podíamos y bajo las órdenes del pequeño dictador, que iba al frente dando indicaciones con su éxtasis de azúcar.
Las vistas desde las murallas del castillo valen la pena el esfuerzo. Desde estas alturas se puede observar toda la ciudad de Málaga. Ver a las personas como pequeñas hormiguitas te da la dimensión de la altura que habíamos alcanzado.
Desde esa misma altura fue que vimos el crucero estacionado en el puerto y eso explicó el contingente que comenzaría a entrecruzarse en nuestro camino.
1, 2, 3, 4, 5, 6.... 58 oleadas fueron llegando de ese crucero. Iban bajando como hordas de zombis arrollando todo lo que encontraban a su paso. Y nosotros, justamente estábamos en su paso.
Las vistas desde las murallas del castillo valen la pena el esfuerzo. Desde estas alturas se puede observar toda la ciudad de Málaga. Ver a las personas como pequeñas hormiguitas te da la dimensión de la altura que habíamos alcanzado.
Desde esa misma altura fue que vimos el crucero estacionado en el puerto y eso explicó el contingente que comenzaría a entrecruzarse en nuestro camino.
1, 2, 3, 4, 5, 6.... 58 oleadas fueron llegando de ese crucero. Iban bajando como hordas de zombis arrollando todo lo que encontraban a su paso. Y nosotros, justamente estábamos en su paso.
Terminamos en el paseo costero, en la playa y el puerto. Muy muy lindo. Refaccionado y habilitado hace unos 10 años, invita a pasear por esta costa. La playa, mucho mejor que Marbella. Espaciosa, con juegos, canchas de volley, palmeras y un ambiente mucho menos turístico y más saludable para nuestros ojos.
Antes de subirnos al bus de vuelta, compramos en un puestito de la calle unas castañas asadas. Raras. Ricas. Con un sabor similar a una batata.
Sería interesante saber cuál es la relación. Estoy casi seguro que del árbol de castañas no crecen batatas y que si plantas una batata, no salen castañas...
Para terminar la noche, fuimos a comer a la casa de Maru y Darío. Pollo con papas fue el menú.
Es increíble como hoy los 2 menores se portaron muy bien. Estamos evaluando seriamente acoplar un pequeño trailer a nuestro pitufo y acarrear ahí a los chicos el resto del viaje.
Antes de subirnos al bus de vuelta, compramos en un puestito de la calle unas castañas asadas. Raras. Ricas. Con un sabor similar a una batata.
Sería interesante saber cuál es la relación. Estoy casi seguro que del árbol de castañas no crecen batatas y que si plantas una batata, no salen castañas...
Para terminar la noche, fuimos a comer a la casa de Maru y Darío. Pollo con papas fue el menú.
Es increíble como hoy los 2 menores se portaron muy bien. Estamos evaluando seriamente acoplar un pequeño trailer a nuestro pitufo y acarrear ahí a los chicos el resto del viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario