Hoy estaríamos dejando Sevilla y España. Para eso nos levantamos a las 8, desayunamos, acomodamos todo y a las 10:30 ya teníamos las ruedas en la ruta que nos dirigiría a la ciudad de Lagos, Portugal.
Armar el auto fue toda una odisea (1). Por suerte pudimos tener éxito con el tetris y el tío Leo pudo viajar en un asiento.
El viaje de 2:30hs y 276km fue placentero. Parece que a los nenes les sienta bien el auto.
El sol radiante, música y paz nos acompañaron todo el viaje (2).
Entrar a Portugal no pasó desapercibido (3). A diferencia de España donde no habíamos pagado ni un peaje, las rutas portuguesas no solo te brindan un paisaje rojizo, sino que también te hacen sentir una modelo en plena pasarela. Cada vez que pasas por un peaje, unas 10 cámaras están listas para sacarte fotos. Contabilice, si no perdí la cuenta, al menos 11 peajes.
Antes de ir a nuestra nueva morada, dejamos el auto entre praia ponta grande y praia secreta (a unos 100m de la costa). Cargamos a C en la mochilita y comenzamos la caminata. Una persona que venía de frente nos miró, miró a C, miró a B, puso casa de preocupación, y siguió caminando. Esa mirada ya indicaría algo.
Unos metros después entenderíamos por qué. Resulta que las playas acá están entre acantilados (calas) y para llegar a ellas hay que bajar. La naturaleza es hermosa, pero también discriminadora. Si sos musculoso, deportivo y no tenes niños a cuestas, vas a poder tener acceso a muchos lados que en nuestro caso resultan inaccesibles. Al menos con un bebe en la mochila y un Bruno en la mano.
Fue por eso que no pudimos bajar a las primeras 5 calas. Los acantilados son hermosos para sacar fotos, pero hubieran sido más lindos si hubieran tenido una rampa de acceso (4).
Costeando la playa (desde muy arriba, claro está), perdiéndonos entre senderos que subían y bajaban. Esquivando ramas y piedras, luego de unos 400 metros, llegamos hasta la praia da Coelha (5). En esta playa la naturaleza si había sido invadida por el hombre. Contaba con un acceso peatonal, bar, sombrillas de alquiler y un morocho que te llevaba a upa si eso querías y podías pagar.
Aprovechamos el sol para almorzar y pasar la tarde (6-9).
Cuando el sol comenzaba a bajar decidimos emprender la retirada e ir a un Decathlon. Claramente teníamos que comprar una carpa, una sombrilla ó algo que nos protegiera un poco mas del sol.
Increíblemente, ya van 2 locales a los que entramos (H&M en Sevilla y este en Portugal), donde L NO se compra nada para ella. Una rara mezcla de sensaciones me invaden. Relajo y felicidad por un lado, orgullo por otro y pánico de lo que puede llegar a pasar en el futuro.
A la noche, nos hicimos la idea de ir a comer y probar algún tapeo local. Nos apuntamos 2 restos recomendados y nos echamos a andar. El primero, en el casco histórico, que requirió dejar el auto en las afueras y que caminemos hasta ahí. El lugar se llamaba Jukebox Tapas & Meals. Al llegar, con cara de "lo siento mucho" nos dijeron que solo funcionaba bajo reserva. No lo decía en ninguno de los lados virtuales que habíamos consultado.
Siendo pasadas las 22hs para nosotros (21hs local, aca hay 1 hora de diferencia), disparamos el plan B y nos dirigimos al segundo lugar. Lugar que en los papeles estaba abierto. Pero esos papeles no sirvieron de mucho ya que la realidad nos demostró de que estaba cerrado y por mas que hablé con la puerta del local diciendo que esto NO podía ser (en los papeles estaba abierto!) mucho no me hizo caso (la puerta). No se abrió.
Con los chicos comenzando a dar sus primeros signos de alarma (hambre y sueño) ejecutamos el plan C... ir al super.
Llegamos al lugar y casi corriendo nos hicimos de unas provisiones. Pero fue tarde. B, tirado en el piso. Gritando y encaprichado por quién sabe qué. La hermana que para no ser menor coreaba unos gritos un tanto más agudos. La situación se puso hostil y de esa manera llegamos a la casa. Comimos, el humor cambió y nos fuimos a dormir. Seguro la noche va a ser buena.
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