En Marco Island, hay una playa a la que para llegar hay que cruzar una laguna. Algo distinto... Toda una aventura que nos pareció interesante vivirla.
Atravesando los ranchos enormes, llegamos a las 10 de la mañana al lugar. En realidad al parking. Para alcanzar la playa apenas tuvimos que cruzar con un puente un pequeño bosque, costear la laguna y caminar 2km para ahí sí llegar a la costa.
El lugar no está mal, pero no ofrece nada que no hayamos visto en las playas anteriores. B se la paso con el snorkel. No se cansa de buscar caracoles en el fondo. C se mete hasta el cogote. Me intriga saber qué va a hacer a fin de año cuando volvamos a la costa Argentina y las olitas no sean tan amigables.
A eso de las 15, comenzamos a sentir las consecuencias del sol, de la sal y de no tener una ducha cerca. Para colmo, la maldita sombrilla se desintegró. Es como que implosionó y saltaron los fierros para todos lados.
Con el sol pegando fuerte, decidimos huir. Eso si, nuevamente tuvimos que hacer los 2km de caminata por la arena, costear la maldita laguna y cruzar el puto puente. Todo eso con los bolsos colgando, los nenes llorando y un boludo que venía de frente preguntando "si faltaba mucho para llegar al agua". Llegamos al auto, salados y recagados de calor.
En nuestra casita pudimos volver a la vida. No hay como un baño reparador, un helado y mirar Sing II tirados bajo el aire acondicionado.
Cuando estaba bajando el sol intentamos salir al centro de Naples a caminar un poco, pero no encontramos ningún lugar.
A dormir que mañana nos vamos a nuestro último destino... Miami.
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