Después de una mala noche de B, decidimos abortar el proyecto playa.
Estuvo con vómitos... Creemos que se insoló.
Nuestro camino a Miami atravesó el extenso Everglades, un pantano que hospeda panteras y cocodrilos.
Kms de ruta con el pantano en los costados en una camioneta en la que no hay que pasar cambios, no hay que acelerar, ni tampoco frenar. Solo le falta alimentar a los niños y sería completa.
En el camino paramos en el Sawgrass. Un gran shopping en forma de espiral infinito que te va haciendo perder en su inmensidad mientras que te va arrastrando hacia la perdición. Al menos eso ocurre cuando entras con L.
Al principio pensé que éramos 3 contra 1, pero cuando C me gritó "para papá, para que voy a ver cuánto sale", mientras señalaba un collar , caí en la cuenta de que estaba todo perdido.
Llegamos por la tardecita a nuestro hospedaje que está ubicado a 10 metros de la playa. Justo en el corazón de Hollywood Beach, donde explota de gente y solo esta permitido escuchar música de puelto rico a todo volumen.
La tranquilidad de las playas quedaron en el pasado. Nosotros asombrados por la energía del lugar y los chicos contagiados por la misma. Esto del quilombo a ellos les encantó.
Terminamos la noche cenando en un restaurante peruano. Comimos mariscos y pollo saltado.
A los niños los dejamos enterrados en la playa que se ve de fondo en la foto 7.
Nos vemos mañana
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