By G
Cuando tienen energías, tenés que estar con mil ojos. Corren desenfrenados de un lado para el otro sin medir peligro o sin acatar órdenes. Y no es que no las acatan por rebeldes, no las acatan porque no escuchan. No importa si tu grito es una orden o un aviso de alerta. Claramente, estos pibitos no vienen de fábrica con el feature de supervivencia activado.
Cuando están con pilas, sus vocecitas constantes te taladran la cabeza y resuenan peor que la musiquita de MINISO (una tienda de chinadas japonesas a la que habremos entrado unas 10 veces).
Y cuando están tranquilos, no falta el "tengo hambre" que probablemente venga acompañado de un "no me gusta". Pero lo peor es cuando se quedan sin energía... Ahí es donde sabés que estás perdido, ya que no quieren caminar y están de mal humor. Ahí estás al pie de la montaña y todo resulta cuesta arriba.
Por momentos te dan ganas de ahogarlos en el río y, cuando no, querés que se los lleven, aunque eso implique que terminen trabajando en un taller clandestino de ropa vietnamita. Cuando tu paciencia llega al límite los peores pensamientos pasan por tu cabeza. No me juzguen.
Pero, por suerte, no todo siempre es así. Existen pequeñas ventanas donde te encontrás sentado en medio de un bar, tomando una cerveza fría y comiendo un Panang Curry. Ahí es cuando te relajás y pensás que todo valió la pena.
Regresando a nuestra ciudad de hoy: Bangkok. Una ciudad bulliciosa como ninguna. Invadida por aromas y colores de todas las gamas posibles. Un lugar donde lo bizarro choca con lo extravagante y lo espiritual compite con lo morboso. Donde un monje se cruza con un ladyboy. Una ciudad que le abre los brazos a quienes quieran ir en búsqueda de sus deseos por más raros, retorcidos o hasta perversos que puedan ser. En esta ciudad, Papá Noel le cumple todos los pedidos a las personas que tengan suficientes THB como para pagarlos.
El viaje en Skytrain nos llevó hasta el puerto para cruzar el río Chao Phraya a la altura de Sathorn. Nuestra intención de dar una vuelta por los canales del río fue frustrada por una negociación no exitosa.
Los 1000 THB por persona que nos pretendían cobrar, logramos transformarlos en 1500 para los 8. Pero perdimos la oferta porque, al ofrecerle 1000 redondos, la situación decantó en ofensa y expulsión del lugar. La tailandesa se enojó y nos echó. Puede pasar.
En su lugar, sin paseo privado, optamos por cruzar el río en el ferry público por 8 THB y terminar refugiados en el aire acondicionado del IconSiam.
En esta ciudad de los contrastes, te encontrás uno de los shoppings más exclusivos rodeado de lo que parecieran ser edificios abandonados.
El patio de comidas, SookSiam, está diseñado como un mercado flotante interior. Su objetivo es reunir la cultura, artesanía y gastronomía de las 4 regiones de Tailandia (Norte, Noreste/Isan, Centro y Sur) en un solo lugar. Una de las joyas del viaje.
Nosotros comimos un Pad Thai con frutos de mar, Tom Yum noodles y unos fideos con mariscos. Después probamos un mix de frutas de colores y texturas variadas que casi no supimos identificar.
El bruto shopping también contaba con 8 pisos con tiendas de primera marca. N y L no se resistieron a los cartelitos rojos de H&M.
Para eso de las 18:30 caímos en el Lumpini Park que, para nuestra sorpresa, estaba repleto de gente. La marea de personas traía más gente que el recital del Indio en Junín en 2011. La única diferencia es que estos no estaban haciendo el pogo más grande del mundo, sino moviéndose entre puestos y puestos de comida. Luego entendimos que caímos justo en el día de la Feria Anual de la Cruz Roja Tailandesa (Red Cross Fair). Sumado al rush hour de las 18 hs, todo era caótico.
No aguantamos mucho y para las 19:30 ya estábamos camino a nuestra casa, ya que mañana nos tenemos que levantar a las 2 AM.
Nuestro próximo destino: Koh Tao!














Muy bien redactado bombón
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