24/12/2025

AS2025 - Día 18 - Kho Pho Phi - 2025-12-24

by G

Para las 7 estábamos dejando la selva de Khao Sok. Y si están leyendo esto, es porque sobrevivimos al trayecto, ya que el conductor de la minivan que nos llevó hasta el pier de Krabi tenía el pie pesado. Siempre mordiendo la banquina y haciendo adelantamientos en curva. El tipo se creía todo un piloto de Fórmula 1. La única cosa que él ignora es que en la F1 no vienen autos de contramano.
De todas maneras, lo de hoy no fue algo excepcional... Así manejan acá. Sobrevivir es parte de la aventura; si no te muerde un mono o no te pica algún bicho radioactivo, te mata uno de estos conductores.
Para colmo, les hablás y no les entendés una palabra. Me di cuenta de que, salvo por el cantito final de su tonada, el resto de las palabras son básicamente sonidos entrecortados que les salen de la garganta. Algo así como un "ktpktpaaaaaah". Eso debe explicar el motivo por el cual los que hablan dos palabras de inglés parecen gangosos. Al final, la comunicación con los chinos y sus traductores digitales resultó ser mucho más conveniente.

 

Para eso de las 10:30 ya estábamos con nuestro ferry saliendo hacia las islas Phi Phi, a las que llegamos para las 12. Yo no sabía, pero "Phi Phi" se refiere a dos islas distintas: Phi Phi Don (que es la isla habitada) y Phi Phi Leh (el parque nacional donde, entre otras cosas, se filmó La Playa).
En el muelle nos esperó nuestro amigo Cartoon (no es joda, ese era el nombre) y nos llevó en un long boat hasta la playa. Nuestro "hotel" de dos estrellas sobre Long Beach se posa sobre la arena blanca. Ofrece unas cabañitas pintadas de azul y de estructura aceptable.

Por lo que habíamos pagado, esperaba que nos recibiera un Thai disfrazado de Papá Noel y con 4 copitas de champagne, algo que no ocurrió. En su lugar, nos esperaron dos morochos sudados por el calor extremo de esta isla y con un telgopor que tenía un Papá Noel dibujado con témpera.
La preparación para la Nochebuena parece estar solo en la cabeza de B, que no ve la hora de comenzar a cantar villancicos... Hasta ahora, Tailandia parece ser el país donde el Grinch finalmente triunfó, y donde los árboles de Navidad fueron reemplazados por fotos del Rey.
Phi Phi es el destino más caro de nuestro recorrido. Solo para que se den una idea, pagamos acá 4 veces más que en nuestro destino anterior. Pero igual sigue siendo un gran lugar. Una isla que, si bien está lejos de estar desolada, no pierde su encanto. De playa blanca, agua totalmente cristalina y caliente, con ese nivel de salitre que te exfolia gratis la piel.

Al mediodía almorzamos en el parador de al lado de nuestras cabañas, donde los chicos se pidieron unos sándwiches de pollo. El sándwich no tenía nada especial... pan, pollo, tomate, lechuga y mayonesa. Algo tan sencillo, pero que solo se puede encontrar en un lugar como este donde el turismo es 100% occidental.
No los juzgo. A nosotros nos encanta la comida local, pero después de comer 16 días lo mismo, tus neuronas se comienzan a afectar y empezás a actuar de manera extraña. De ese estado solo se puede salir comiendo un bife de chorizo. Acá, el sándwich de pollo es lo más cercano a eso.
Los nenes lo comieron como si estuvieran arrastrando 2 semanas de ayuno.


Phi Phi parece ser una burbuja creada para ese tipo de turismo. En el puerto nos sorprendió ver un Subway, un Burger King y hasta una bakery con croissants, panes y café de verdad.
La tarde la pasamos en la playa mirando peces en las rocas y corales que llegaban hasta a la orilla.
I y B comenzaron a dar sus primeros pasos con el snorkel. B descubrió, al igual que su madre, que la incomodidad del tubo en la boca puede ser superada si uno está dispuesto a relajarse y concentrarse en ver el mundo que existe debajo del agua.





La cena navideña la pasamos en el único restaurante abierto en toda la playa de la cual estamos presos. Sí, presos, porque la única manera de irse de acá es con un bote, si no querés ir caminando por la jungla a riesgo de que te corra una manada de monos.
Cenamos los sándwiches de pollo para la mayoría (son los nuevos "fideos con tuco") y con L pedimos unos fideos a la carbonara y panes de ajo. Así que aprovechamos la comida escuchando en loop los 3 temas de Navidad que pasaba el local.

 

  

 

Cuando ya estábamos entregados (a eso de las 21 comenzaron a echar a la gente), a lo lejos, por la playa, vimos unas luces. Sin muchas opciones, nos acercamos. Resultó ser un resort, un tanto más exclusivo que el nuestro, que sí tenía toda la parafernalia armada de Navidad. Árboles, luces, fuegos y hasta "nieve" (en realidad era una máquina que tiraba un detergente que te deja como salido de un lavadero de autos).
Para mi sorpresa, acá sí estaba la Thai disfrazada. No de Papá Noel, sino de "elfo asiático" con un gorro de árbol de Navidad que hacía luces... Un toque bizarro todo. Sin pedir permiso nos metimos y los chicos se sacaron algunas fotos.
Para las 22 nos echaron de este lugar, así que nos limitamos a reposar sobre la playa a la espera del Gordo Barrigón. En nuestro caso, Papá Noel no pudo traerles lo que los niños habían pedido. Sospechamos que la tarea de traer un monopatín eléctrico pudo habérsele complicado un poco por el peso en el trineo. En su lugar, los pequeños recibieron lo que el "elfo menor" pudo ubicar en la mochila que lo trajo a este lado del continente. Los niños mezclaron alegría y algo de decepción, pero creemos que igual se fueron a dormir con una sonrisa.

 

Mañana vamos a ver si hacemos una excursión de snorkel por Phi Phi Leh.

Feliz Navidad para todos!

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