23/12/2025

AS2025 - Día 17 - Khao Sok - 2025-12-23

by L

Nuestro día arrancó a las 7:00 AM con la ilusión de quien cree que el desayuno de hotel es un regalo de los dioses. Error de novatos. Lo que parecía un banquete fantástico pronto se convirtió en el casting para El Exorcista 4.
B, tras ingerir un huevo frito con panceta que claramente tenía planes de rebelión, anunció un dolor de cabeza que rápidamente se materializó en una expulsión de líquidos digna de la Fontana di Trevi.
Con la bolsa de residuos como el accesorio más importante de nuestro outfit, subimos a la van hacia el Lago Cheow Lan. Según los locales, ahí se filmó Avatar, Rápido y Furioso y cuanto éxito de taquilla se les ocurra. El paisaje, hay que admitirlo, es increíble.
Tras 40 minutos de navegación en un longtail boat, llegamos a Diamond Cave. Una cueva llena de estalactitas, estalagmitas y un guía que "tiró más fruta" que verdulero en liquidación. Según él, cada piedra tenía una historia mística; dato inchequeable, pero entretenido.

 

 

  

Para ese entonces, N empezó a vaticinar su propia caída. Pasó por todos los estados climáticos posibles: frío, calor y delirio místico.
Hicimos un ratito de trekking por la selva y terminamos el tour en una zona de casas y restaurantes flotantes. Cuando llegamos al almuerzo, N decidió entrar en modo hibernación sobre la mesa, con el pequeño detalle de que afuera hacíamos unos "frescos" 45°C.

El menú: arroz, fideos, verduras y una sopa de pollo tan picante que servía para destapar cañerías. El protagonista principal fue un pescado entero con cara de pocos amigos. Las "bendis" se negaban a tocarlo como si fuera kriptonita, hasta que aplicamos la milenaria técnica de la "amenaza parental". ¿Resultado? Confirmaron que era lo más rico de la mesa. La psicología inversa siempre gana.
Lo mejor fue la temperatura del agua: hermosamente caliente, como un caldo de cultivo para la felicidad. El único "temita" eran los chalecos salvavidas que eran de uso obligatorio si no querías afrontar una multa de 5000 THB. Estaban tan destruidos que no tenían tiras; eran básicamente flotadores rebeldes que se nos subían a la cabeza al primer contacto con el agua.
Me sentí dentro de la película Wall-E, en esa escena donde los humanos obesos se caen de sus sillas y boyan sin control ni dignidad, moviendo las extremidades al azar para intentar mantener la verticalidad.


La vuelta arrancó a las 15:00. Otros 40 minutos de lancha y una hora y media de van para volver al resort. Llegamos cansados, un poco deshidratados, pero con la satisfacción de haber sobrevivido a la belleza de Tailandia y a los efectos secundarios de los caminos sinuosos.
Sin embargo, la noche continuó con más bajas en el grupo. N confirmó sus 39°C de fiebre (paracetamol y a la cama). Y yo, bueno... estuve con mis primeros "eventos evacuativos" de emergencia.
Los escasos sobrevivientes cenaron unas manzanas —conseguirlas fue una odisea digna de Mad Max— y nos retiramos a dormir, rezando por la paz intestinal.

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