10/12/2025

AS2025 - Día 5 - Beijing (La Gran Muralla) - 2025-12-11

by N

La mañana empezó más ajetreada de lo normal. Los chicos desayunaron un verdadero desayuno de campeones con chocolatada y Oreos compradas en el Seven Eleven la noche anterior. De ahí nos fuimos al lobby para pedir nuestros Didis rumbo a una de las entradas de la Gran Muralla, Mutianyu.

Lo que debería haber sido simplemente apretar un botón y subir al auto terminó siendo otro episodio del desafío “comunicación con chinos”. Imagínense negociar con un conductor que primero cancela el viaje en la app, después insiste en llevarte igual y encima quiere arreglar un precio ida y vuelta ahí mismo. A L y G les salió bastante bien, cerraron con el primer Didi por 400 yuanes. A nosotros nos costó tres Didis, varios insultos intermedios y la ayuda del conserje del hotel, que terminó siendo nuestro traductor oficial. Finalmente cerramos por 500 yuanes, que dentro de todo estaba mal pero no tan mal considerando que en un momento nos habían pedido 750.

El viaje fue en silencio, mientras nuestro conductor nos mostraba videos de la muralla en YouTube. Pensamos que era un gesto amable, pero no, lo que quería era vendernos las entradas en un puestito de dudosa procedencia donde nos dejó “de casualidad” y que supuestamente era más barato. Lo barato tienta, sí, pero cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía, así que le pedimos que nos llevara a la boletería oficial, que estaba justo enfrente.

El chofer incluso nos acompañó hasta la entrada, pegado como sombra. Por un momento creímos que iba a subir con nosotros, pero después del primer molinete desapareció. Con -3 grados cualquiera se rajaría a un lugar con calefacción.

  

Ahí empezó la aventura. Para llegar a la parte con mejores vistas primero nos tomamos el shuttle bus, con un día radiante, seco y sin viento, un verdadero diazo. Después el teleférico, con vistas hermosas de las montañas y esa muralla infinita que serpentea como un dragón. Y por último, la caminata, donde ahí sí se te escarchaban los mocos del frío. Abrigados hasta los dientes, empezamos a recorrerla y fue realmente majestuosa. Tal vez por la época del año, casi no había gente, asi que pudimos disfrutar todo con tranquilidad.

El tramo de Mutianyu es uno de los mejor conservados de toda la Gran Muralla, restaurado en los años 80 y con muchas torres de vigilancia muy cerca unas de otras. Es un sector histórico que se usó para defender el valle de Huairou y fue clave en la protección de la capital. La Gran Muralla completa supera los 21.000 km pero no se ve desde la luna como dice el mito.

A mitad de camino hicimos una parada y nos dimos cuenta de que habíamos llevado pocas provisiones. Las fieras hambrientas terminaron comiéndose hasta unas castañas que el día anterior nadie había querido. Seguimos un rato más, pero el hambre y el cansancio empezaron a pegar fuerte, así que emprendimos la bajada repitiendo el recorrido pero al revés.

 

  

  

Cuando llegamos a la base, cada familia encontró a su Didi y volvimos al hotel para desensillar y salir en busca de comida. A esa altura no solo los chicos eran fieras, nosotros también. Siendo las dos y media de la tarde nos merecíamos comer algo, pero como siempre, uno propone y los niños disponen. M e I se durmieron como si no hubiese un mañana y no hubo forma de despertarlas, dejándonos a V y a mí al borde de la inanición. G, L, C y B sí lograron salir a comer y de paso comprar un par de chinadas.

A eso de las cinco intenté despertar a las fieras mientras el otro grupo familiar dormía la siesta. I y M finalmente se levantaron, pero estaban tan aletargadas que ni una ducha logró revivirlas. Todo fue caos entre el sueño, el cansancio y el dolor de pies, así que terminamos comprando algo en el 7-Eleven y volviendo a casa a seguir durmiendo.

 

Cerca de las diez y media de la noche nos despertamos todos y decidimos intentar remediar nuestro jet lag. A las once y media salimos nuevamente en busca de algún lugar abierto para comer, pero el frío parece que manda a dormir a todo Pekín porque ni un McDonald’s conseguimos abierto. Una vez más, el 7-Eleven nos salvó con unos pinchos que no sé si estaban buenos, pero con el hambre acumulado para mí se merecían una estrella Michelin.

A las dos de la mañana nos fuimos a dormir con la esperanza de poder acomodar un poco el reloj interno. Mañana veremos si lo logramos.

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