Nuestro día arrancó a las 7. Hoy dejamos Beijing y damos inicio a la aventura tailandesa.
Hoy queda atrás la temperatura seca de -8 grados y nos metemos de cabeza en los húmedos 30. Hoy le decimos chau a los chinos y hola a los ladyboys!
Abandonando la ciudad nos llevamos algunos pensamientos. Tal vez por venir con expectativas muy bajas, o por la imagen del "chino del súper" de la esquina grabada en la retina, hubo cosas que nos sorprendieron positivamente.
La primera fue la limpieza. En los centros comerciales, en los parques, en las calles. No se encontraba un papel en el piso, y eso que los cestos de basura no estaban explotados. El día de la nieve había cuadrillas de personas liberando las veredas. Un subte impecable... pensar que en New York la rata más chica pesa 3 kg y te cobra peaje. Acá incluso ellos son limpios; nadie tira nada al piso. Eso sí, la costumbre del escupitajo y el gargajo no la erradicaron aún.
Otra cosa que nos llamó la atención fue el parque automotor, que es de lo más moderno. Los autos eléctricos BYD parece que los regalan en las máquinas expendedoras.
Llama mucho la atención cómo no hablan inglés, pero sin embargo no es raro que aquellos que atienden al turista tengan a mano un traductor que suele funcionar bien. Y tiene sentido que no les preocupe hablar inglés, ya que casi no hay turistas occidentales. Turismo interno sobra, pero gente con ojos redondos, en 5 días, los contamos con los dedos de una mano y nos sobraron.
La contraposición entre tecnología y tradición impacta. Tienen un robot vendiéndote Coca-Cola, pero en algunos baños siguen usando letrinas. Se ordena todo online, pero en los peajes son atendidos por personas. Y no usan efectivo para nada. Tampoco tarjetas de crédito. Todo, absolutamente todo, se paga con el celular (Alipay o WeChat).
Algo que me sigue sorprendiendo fue la cantidad de adolescentes reviviendo la cultura Hanfu. Al principio pensamos que era algo asociado a la Ciudad Prohibida, pero luego nos los cruzamos por todos lados. Se visten así hasta para ir al supermercado! Me pregunto si harán lo mismo en verano con temperaturas de 40 grados.
Por último, y lo que más nos llamó la atención a nosotros los argentinos: las heladeras de los supermercados. Acá sí se ve que las dejan prendidas 24x7.
El avión despegó de Beijing a las 15 hs y, después de casi 5 horas, aterrizamos en Bangkok.
Pasamos de -8 a 30 grados... de una humedad de 0 a 90%...
Al llegar a Tailandia el caos inicia ni bien salís de la manga. Gente corriendo de un lado para el otro, indicaciones poco claras, caras de todos los tipos y colores junto con un bullicio de fondo te dan la bienvenida. Los carteles con palitos chinos se transformaron en los firuletes tailandeses.
Después de hacer nuestro control de salud (Argentina, Burkina Faso y Burundi están dentro de los ilustres países a los cuales se les exige la vacuna de la fiebre amarilla para entrar), pasamos el control de pasaporte, recogimos nuestras mochilas y salimos.
Salir del aeropuerto es recibir el cachetazo térmico, escuchar a los niños quejarse por el calor y comenzar a vivir la experiencia tailandesa real: tratar de que no te estafen.
Por la app buscás algo grande para los 8 (acá usan Bolt).
El primero te quiere cagar (te dice que no te lleva si no le das efectivo por fuera de la app). El segundo también te quiere cagar (cuando el viaje te figura que es 550 baths para los 8, te dice que te va a cobrar 850). Hasta que te cansás y decidís tomar los taxis oficiales con reloj (meter). Pero cuando pensás que estás a salvo, te das cuenta de que en uno de los taxis la ficha cae más rápido que en el otro. Y así es como llegás al destino: con uno queriéndote cobrar 280 y el otro 400 por el mismo trayecto.

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