27/12/2025

AS2025 - Día 21 - Koh Phi Phi - 2025-12-27

by G

Nuestro último día en Phi Phi arrancó con el equipo dividido: las chicas se fueron de buceo y nosotros nos quedamos de guardia con los niños.
C y B durmieron hasta las 9; se nota que el aire del mar de Andamán les sienta bien. En la otra habitación, M estaba con una sonrisa de oreja a oreja a las 6 AM, por lo que V tuvo que lidiar con eso (y con su propia resaca de sueño).
Luego de improvisar un desayuno con café instantáneo y unas galletitas "de agua" con mermelada obtenida en algún avión o salón VIP (nota mochilera: nunca descartes nada porque no sabés cuándo te va a salvar la vida), decidimos ir a la playa donde está el centro de buceo. Está a tan solo 5 minutos, tiene pileta y playa libre de botes, por lo que es una buena opción para esperar ahí a L y N.
Para llegar, solo tenés que esquivar el contingente de rusos que parecen haber copado la isla. No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que en Rusia el Kremlin lanzó una promoción donde, si comprabas un paquete de Doritos picantes, te podías ganar una estadía en Phi Phi.

Las chicas tocaron tierra para eso de las 12 y, si bien sus spots de buceo habían sido los mismos que los nuestros (Maya South y Malong), algo en sus caras nos dijo que la experiencia no había sido la misma. Nosotros ayer tuvimos un buceo relajado, sin corriente, con buena visibilidad y lleno de cosas para ver.
Ellas, en cambio, volvieron con cara de pocos amigos. N con dolor de cabeza, puteando porque la visibilidad fue malísima y porque se la pasaron luchando contra la corriente para no ver nada.
Pero la que peor la pasó fue L, quien dijo haber vuelto a nacer. El buceo es un deporte seguro porque consta de múltiples medidas de seguridad, y fue justamente una de esas medidas la que la salvó.

Al parecer, entrando en una cueva subacuática, se encontró con el infortunio de que su regulador (el aparato que uno usa para respirar) se desarmó en dos partes. Su compañera de buceo ni se enteró, pero por suerte el instructor canadiense sí vio la situación... Le sacó el regulador roto de la boca y le puso el secundario (el octopus, que sirve para auxiliar a otros).
A la vuelta, un abrazo largo y un "te quiero" me indicaron dos cosas: por un lado, que el susto fue real; y por el otro, que debería ir pidiéndole las claves de su home banking.

De almuerzo, unos sándwiches de pollo y otros de atún acompañados de unas Chang heladas. De postre, unos helados (esta vez no fritos, sino de palito, gracias a Dios). Y así, entre vueltas de snorkel y construcción de castillitos de arena, nos pasamos el resto del día en nuestra playa.
Por la tarde, y para compensar el mal trago de la mañana, las chicas (L, N e I) se pidieron una sesión de masajes tailandeses que promete, por 500 THB, dejarte los huesos como nuevos.
Punto aparte para mi frente, que de tanto frito, tanto picante y tanto curry de distintos colores, se llenó de granitos. Mi frente parece una carretera en mal estado. Las chicas me están aplicando una baba de caracol y me dicen que "me está mejorando". Yo tengo la teoría de que, cuando no miro, se miran entre ellas y se ríen porque alguna de las dos ganó una apuesta.
A la vuelta de la playa, pasamos por "el puestito de taxis" ya que teníamos que reservar nuestro traslado para el día de mañana.
Sobre la playa, con un cartel y sentado en una silla de plástico, estaba nuestro vendedor. Cadena de oro, pucho en mano y cara de "me alimento de turistas desprevenidos".
Con una sonrisa dijo que nuestra lancha podría dejarnos mañana en Koh Yao Noi (nuestro próximo destino) en 1 hora, a los 8, por la módica suma de 7600 THB.
Le dimos al señor lo equivalente a 250 USD y, en contrapartida, nos entregó un papelito de almacenero escrito a mano con indicaciones para que mañana nos presentemos en el muelle.
En Tailandia, muchas veces uno tiene que simplemente confiar en que todo va a estar bien... Mañana les contaremos si el barco existe o si compramos el papelito más caro de la historia.
Hoy fue nuestro último día en Phi Phi y nos vamos con un saldo positivo. Esperábamos que fuera una isla con mucha más joda y mugre. Si bien algo había, no fue para tanto. Por lo menos en la playa donde estuvimos nosotros (Long Beach) se respiraba tranquilidad, el agua es caliente, súper transparente y hay cosas para ver no muy lejos de la orilla. La gente no es tanta y el clima es más chill que de fiesta descontrolada. Todos nos indican que Phuket es todo lo contrario, así que veremos.
Nuestro próximo destino: una islita mucho menos turística... Koh Yao Noi.





Nos vemos!


by L

Le robo parte del relato a G para compartirles la experiencia de buceo que tuvimos en Koh Phi Phi con Blacktip Scuba Dive Center. Spoiler: casi no la cuento.
A las 7:50, N y yo estábamos listas para embarcar. De entrada, nos sentimos raras al ver que los equipos ya estaban armados y conectados al tanque; solo tuvimos que recoger el wetsuit y las aletas. Para el que bucea, sabe que no armar tu equipo te quita esa instancia de chequeo personal fundamental. Primer red flag.
Partimos en una lancha preciosa hacia Maya South y luego a Malong, lugares que G y V habían visitado el día anterior y recomendado mucho.
Sin embargo, los problemas empezaron pronto: éramos un grupo de nueve y el segundo instructor no llegó a tiempo. Tuvimos que regresar a buscarlo a los pocos minutos de navegación.
Cuando subió, entendimos la demora: era un instructor estadounidense al que se le notaba claramente la fiesta de la noche anterior y que subió al bote a lo Susana Giménez, tirando "brillantina" y saludos a todo y a todos, completamente en otra sintonía.
Para rematar, nuestro instructor, Josh, se excusó diciendo que nuestra comida se había "extraviado" y que recién la tendríamos al volver. Ya en ese punto, nuestra experiencia distaba mucho de la VIP experience que nos habían prometido.
Llegamos a Maya South y, tras un briefing muy corto y casi nada de buddy check (porque "ya estaba todo armado"), nos zambullimos. El descenso fue sin problemas, aunque noté que, de vez en cuando, me entraba un poquito de agua de mar a la boca. No le di importancia. Error.
A los 10 minutos, el instructor nos pidió el "OK" para atravesar una cueva. Justo cuando respondo, siento que no puedo avanzar. En un segundo que no alcanzo a explicar, el instructor me da vuelta violentamente mientras mi boca se inunda de agua.
En medio de la desesperación, veo que Josh me quita lo que quedaba del regulador de la boca: la boquilla se había desprendido del cuerpo del regulador, dejándome sin conexión al tanque. Básicamente, tenía un pedazo de goma en los dientes y el aire se escapaba por otro lado.
Josh me clavó su propio regulador de emergencia (octopus) en la boca. En ese momento ya no tenía aire en los pulmones y la máscara se me había inundado por el pánico. No sé de dónde saqué fuerzas para purgar el regulador y volver a respirar.
Estaba tan aterrada que solo quería subir y no volver a bucear en mi vida. Pero el instructor, ante mi insistencia por abortar, me pidió que respirara varias veces hasta calmarme. Por suerte le hice caso; si hubiera salido a la superficie en ese estado, probablemente me habría quedado un trauma crónico de por vida.
El resto del buceo no fue mejor. Hubo una corriente agotadora y mala visibilidad.
Al terminar la segunda inmersión en Malong, N perdió el control de su flotabilidad y subió a la superficie "como pedo de buzo", sin poder hacer la parada de seguridad correctamente.
En este segundo punto, ambas nos preguntamos varias veces qué hacíamos ahí. N por el esfuerzo físico de pelear la corriente y yo por la ansiedad de usar el regulador alternativo durante toda la inmersión. Quienes bucean saben que el alternativo tiene una manguera más larga (de color amarillo flúor) y una tensión pensada para compartir con un compañero, por lo que usarlo una misma es sumamente incómodo.
Al regresar al resort, la situación se puso aún más rari: llegó la policía de inmigración para realizar un control sorpresa al staff del centro de buceo. Terminamos almorzando una hora después de lo previsto, en medio de un operativo policial. Cine.
¿Qué pasó con mi regulador? La boquilla de goma debe ir sujeta al cuerpo metálico con un precinto de seguridad (zip tie). El mío no lo tenía o estaba podrido, por eso se zafó.
Tuve la "suerte" de que el instructor me estaba sujetando en ese momento para guiarme por la cueva; de haber estado lejos o sola, no sé si habría reaccionado a tiempo para buscar mi fuente alternativa.
Definitivamente, no fue una buena experiencia, pero rescato la insistencia del instructor para continuar abajo y calmarme, porque de ello dependió claramente que hoy siga queriendo bucear.

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